martes, 18 de octubre de 2011

Madrid

Madrid huele a tormenta y pobreza. En cada calle hay un hotel con camas de cartón para gente que no pudo perimitirse otra cosa, y hombres y mujeres tocan el acordeón, la guitarra o lo que haga falta por ganarse una moneda del cambio molesto en el bolsillo de los ricos que disfrutan las terrazas. En la plaza de Chueca un chico canta una sevillana que debe, o debería llamarse "Tengo miedo", y en la Plaza Mayor payasos, malabaristas y mimos adornan cada esquina. Mientras, a unos metros, en Sol, los jóvenes protestan por la desatención en el panorama nacional... democracia.
Yo enciendo mi vela de la creatividad en esta habitación que se me hace pequeña si el ventanal del balcón está cerrado. Escucho a mis musas e imagino alcanzarlas, y por qué no, superarlas. Lleno en Galileo, en Clamores y en Libertad. Añoro mis armónicas, en Do para "Esta noche tengo mas de lo normal", en Sol para "Aunque tú no lo sepas". Le pido la guitarra a Ben y trato de inventar acordes que estremezcan, pero parece ser que no lo hacen, al menos no le sucede a mi vecina, que golpea la pared como un juez sacude el mallete reclamando silencio.
Madrid es tierra de oportunidades, de sueños inalcanzables y amores platónicos. No entenderás como puedes sentirte solo estando tan rodeado de gente que viene y va, con prisa a todas partes. Seguro que si en el horizonte se avistara una mancha azul todos irían más despacio. Me gusta que todos me adelanten, yo no tengo prisa.

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