domingo, 13 de noviembre de 2011

Del día que te fuiste y consecuencias

Te recuerdo entre "No me importaría", "Deslumbrado" y "No estarás sola". Aquella noche dormías en casa, se acercaba un paréntesis con amplias posibilidades de derivar en infinito, así que me disfracé de cobarde valiente y destaqué sobre el plano de nuestra ciudad los lugares donde fuimos. Y te estremeciste entre lágrimas y sudor frío, y me pediste que me atara a tus manos, y entre nudos de cuerpos y besos secos prometimos.
Llegaba tarde al trabajo, la juerga del sábado se paga en domingo. Desaliñado y con aliento de ron me senté en mi puesto. Por suerte era uno de esos domingos vacíos de todo menos de sol y la gente prefirió pasear. No sentí nada raro esa noche, te pensé como todas, en la 110 de aquella residencia en San Cugat, y bebí y olvidé a corto plazo. Pasaron las horas, eran las cinco de la tarde, y apareció mi fiel amigo por las escaleras mecánicas. Pocas veces le recordaba tan serio, y con gestos le pregunté el porqué a través del cristal. Me hizo así con la mano, diciéndome "ven". Mi compañera asintió. Salí asustado, por la cabeza se me pasaron crisis de pareja, multas de tráfico, y ahora me sorprende que aquello me removiera tanto. "¿Que te pasa? ¿Estás enfadado?". Lo negó con la cabeza y, forzando la voz para aparentar tranquilidad me dijo "vamos fuera". Salimos por la puerta de emergencia,(mi único privilegio en aquel puesto de trabajo tan deseado por muchos) y lo escupió como pudo. Jamás me imaginé a mi amigo así. Y pensé en ti, en los besos que te mandaba cada noche de aquel verano a la luna (al universo en condiciones de niebla), me derrumbé, grité, maldije a Dios, y  abracé a mi amigo como quién pierde la vida. Te eché de menos, no vi un túnel con luz, pero si nuestra vida en momentos rápidos, te odié y te supliqué que volvieras. Pasaron minutos eternos, y no sé como, controlé mi respiración y volví a entrar. Me puse las RayBan y me derrumbé ante mi encargada. Mi amigo me llevó a casa. Sólo recuerdo recostarme en el asiento, y entre lágrimas balbucear una y otra vez "no puede ser, no puede ser". Subiendo en el ascensor me sentí incapaz de dar explicaciones a quién me abriera la puerta, pero la puerta estaba ya abierta y mi madre me esperaba allí con la misma cara que ponía cuando llegaba de jugar un partido de fútbol y ya sabía que habíamos perdido. La abracé como un niño, y lloramos. Y allí estaban todos, que ni se atrevían a mirarme, y no me sentí solo porque estaban ellos. Tengo la suerte de tener un grupo de gente que nunca falla, que regalan abrazos si flojeas, y no dicen nada cuando saben que de nada servirá, pero se sientan a tu lado y respiran.
Necesitaba cerciorarme, como experto en agarrarme a clavos ardiendo soñé con el error. Puse tu nombre en google y ya no salían tus poemas, ni mencionaban tu participación en aquel concurso de dibujo. Y no dejé de escuchar está canción aquellos días, de asomarme a la ventana fumando tabaco de liar buscándote entre nubes, ni de brindar por ti.
Te echo de menos, me faltas en todas las esquinas, en bocas de otras, en mi pobre iniciativa, en los besos, en servilletas de papel, conciertos en Santiago y teterías, en mi ciudad y en ésta. Me falta tu voz de negra cantando o dulce susurrando, me falta tu barbilla marcada y tus labios, me faltan tus ojos rasgados, el hueso de tu cadera,tus ojos pintados, tu letra, tus planes, tu forma de tocar la guitarra, tu compañía en momentos casuales, tu suerte, nuestra historia. Me sobran lágrimas, la "F", la "I" y la "N", me sobra conciencia y sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario