jueves, 16 de febrero de 2012

Destino

Suena el despertador, pronto para poder atrasarlo y amanecer a mi ritmo. Me ducho y fumo sin desayunar. Llaves, ticket de metro, cascos y a la calle. Llamo al ascensor, buenos días al portero, y aire frío. El mendigo de la esquina me saluda y le regalo un par de cigarros, y él a mi siempre la misma cara de agradecimiento, como quien quiere decirte "ojalá no tuvieras que hacerlo". Apuro la última calada y bajo las escaleras del metro de Cuatro Caminos. Adelanto a la gente, siempre con prisa, y espero dos minutos. Visualizo un escenario extraño y llega el ruído. Me subo al último vagón, y conmigo Carlos, que perdió a su mujer pronto y no pudo hacer frente a la hipoteca. Eso cuenta entre lágrimas, después se disculpa y se esfuma entre abrigos y orejeras negras. Ríos Rosas, Iglesia, Bilbao y Tribunal. Salgo en la calle Barceló, me siento de aquí, pero sin olas.

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