sábado, 28 de abril de 2012

Felicidades

"Por no abortar", por cuidarme, cambiarme pañales, y aguantar mis lloros. Por llevarme al trabajo para encargarte de mi, por acompañarme en la parada del autobús y por volver para recibirme la primera. Por soportar mi adolescencia, mis mentiras piadosas y no tanto. Por castigarme, por ser mi conciencia, mi despertador sin pilas, por enseñarme caminos mejores. Por entenderme, por abrazarme, por consolarme, por empujarme, siempre, hacia delante. Por hablar "demasiado", por quedarte callada, por ponerte a llorar y partirte de risa, por tantos "malditos euros". Por ser ángel custodio, por pasar inadvertida, por enseñarme tanto. Por aguantar mi indecisión, por saber lo que pienso, por mantenerte siempre firme. Por quererme y querer a quién me quiere, por ser mi ejemplo.
Felicidades madre.

martes, 24 de abril de 2012

Gracias por el empujón


Llegué a casa sobre las 11 de la noche. No sé de donde. No era mi casa, no recuerdo la de quién, pero me sentía bien allí. Me esperaban mi madre y mis hermanas mayores en la puerta. Tenían la misma expresión en el rostro que el día que se fue Charlotte. Tal vez por intuición, o porque sus miradas señalaban hacia allí, me adentré en una habitación. Giré el pomo de la puerta, la empujé, y al notarme se dió la vuelta para verme. Era ella, Carlota. Parecía cansada y desorientada. Avanzamos el uno hacia el otro y nos fundimos en un abrazo sin palabras. Sentí su cuerpo frío. Vestía ropas blancas, llevaba el pelo suelto, alborotado. La habitación tenía dos camas. Ella se acostó sobre una de ellas, yo a su lado.
"¿Que haces aquí?", le pregunté con una mezcla de alegría desbordada y sorpresa. Le pasé el brazo por encima y le acaricié el pelo.
"Aprovecha cada día, tal vez no vuelvas a despertarte", dijo susurrando, como poseída por el hielo.
"Sé que volveré a despertarme".
Me miró como tratando de decirme "no deberías estar tan seguro". Y yo no era capaz de entender nada.
"¿Has vuelto para quedarte?". No hubo respuesta, porque nadie la sabía. Nadie entendía nada.
"He hablado contigo todos los días, ¿podías escucharme?". Dijo "no" con la cabeza.
Seguí cargándola de preguntas. "¿Dónde has estado?", "¿Estás bien?", "¿Puedes verme desde allí?", y poco a poco sentí como se cerraban sus ojos. Decidí no agobiarla más. Apagué la luz de la mesilla y cubrí su cuerpo débil con mantas. Besé su frente y dibujé sobre ella la cruz del resguardo.
Abandoné sigiloso la habitación, cerré la puerta despacio, y me encontré de nuevo a mi madre y mis hermanas en el recibidor. Esta vez también estaba Blanca allí. Me dirigí a ella y la abracé fuerte mientras sentía brotar millones de lágrimas de mis ojos. Mi madre me miraba desde detrás, emocionada y con media sonrisa.

domingo, 15 de abril de 2012

Aprendiz de la palabra

Soy aprendiz de la palabra, porto un saco repleto de figuras, de lo inesperado, de mi alter ego que acarrea mis pecados, personalidades múltiples. Como principiante, mi temática es todavía corta, a penas una niña dormida, una mujer despierta, canciones, reflexiones, sueños fríos con doble fondo, versos breves como el tiempo de un suspiro, muy poco de esperanza de la mano de un sabio, nostalgia, sueños cercanos que no termino de alcanzar, lejanos que no dejo de pensar, revolución, y mi maltrecho alter ego, inocente culpable.
Un día el aprendiz será maestro.