miércoles, 29 de enero de 2014

3 años

Hoy vuelve a ser el día de tu ausencia, aunque ya nunca estás, parece que hoy tu falta está más cerca, y tras la ventana el mar ruge con rabia y el viento azota las ventanas. Hoy el alma pesa, y aún espero que al cantar tu canción rellenes con tu voz el estribillo, o que seas tu quién ocupa la bicicleta que se acerca, o que el océano arrastre entre las olas tu botella. Hoy el mundo es la maldición de todos los dioses, la puta más ruin, el relámpago en vena.
Y es verdad que ya no apareces en cada escena, que el tiempo ha borrado huellas en carne viva, y sobrevivo sin quererte, pero al escuchar ciertas canciones, al cruzar ciertas calles, al conocer gente con buena energía, a la luz de los semáforos o la luna, o rodeado de un ambiente altruista, al escuchar otro acento, o repetir nuestras bromas, recuerdo que todo está empobrecido, que dejaste el listón tan alto que la mayoría de las cosas resultan insignificantes.
Quisiera agradecerte, si acaso me escuchas, el tiempo vivido, los besos que nos dimos y los que me dejaste robarte; aquella complicidad tan extrañamente fuerte desde el primer minuto hasta sentir tu huída, los mil millones de sonrisas que dibujaste en mi boca. Gracias también por enamorarte hasta de mis ruídos, de mi caligrafía temblorosa, de mis versos sin rima, de mi entorno; gracias por ver el valor que mis cosas tenían. Gracias por llorar al despedirme, por hacerme creer que, aunque moribundo, aún quedaba la esperanza, gracias por acogerme, sorprenderme, abrazarme fuerte. Al fin y al cabo, gracias por cruzarte en mi camino, ha sido sin duda la experiencia más maravillosa de mi vida.
Ahora seguimos andando, buscando nuevos puertos que traigan savia nueva, nuevos sueños y metas, inconformistas de nacimiento, huyendo de lo pacato, sin peligro, sin venda ni aventura, sin esperar del amor prenda segura, pues en el amor locura es lo sensato.

jueves, 9 de enero de 2014

Del camino y la distancia

Hay días que al caer la noche me decido a hacer un repaso del camino que recorro, entonces se acelera mi ritmo y la respiración se entrecorta, y no sé si quiero seguir mirando atrás o guarecerme en la primera cabaña de heridos por sus propias balas. ¿A dónde lleva mi camino? y lo más importante, ¿a dónde quiero que me lleve? Nadie dijo que sería fácil.
Agarro la bicicleta, bordeo la costa, y tomo la cuesta abajo que termina en el espigón del faro. Me tiemblan las manos, el frío ayuda. Saco del bolsillo un cigarro, me quito los guantes y lo enciendo. Sin bajar de la bici enfilo el Mar del Norte, y mi vista encuadra una bella postal. La oscuridad me permite ver millones de estrellas, las olas rompen sobre el eterno camino sobre el mar, y la luna, pequeña, brilla con fuerza y se refleja a mi derecha. Recuerdo aquella frase que escribí hace unos años, "que seamos infinitos, nada más". He visto la luna y no he pensado en ella, luego me ha pesado la conciencia y la he llenado de palabras buenas.
Los miedos, la falta de seguridad, la incertidumbre; todo sobre mis hombros, y ya hace tiempo que no emprendo una batalla; sigo esquivando flechas, me sigo refugiando en viejas penas, y la vida que se escurre entre los dedos,mientras mi cigarro se lo fuma el viento.
Lo bueno de este instante es que uno percibe que sigue vivo, que su conciencia no se ha apagado y aún le permite clavar el freno de mano y tratar de retomar la senda. Entonces el negro se vuelve gris, y vuelvo a soñar. Todo es turbio, todo menos las cuerdas de una guitarra. Quiero cantar, quiero decirles a todos que yo también valgo, que también me quiero y que si quiero puedo hacerles temblar.
Un barco pesquero irrumpe en mi bucólica imagen, sus luces naranjas y un ritmo lento surcan la desembocadura del Tyne. Todo está en calma. La esperanza ha vuelto, quiero permanecer inconformista hasta volver a ser polvo.