miércoles, 22 de septiembre de 2010

Una noche cualquiera

Las dedos de una guitarra nerviosa, la soledad buscada en el momento en que perdemos la noción del instante, y el miedo a la traición tras asumir la pérdida. Se tiñe el cielo y la habitación parece abrirse al mundo, las velas son farolas y esta silla un banco en el rompeolas. El humo es niebla. El bajo coincide con el momento en que se deshacen las olas y una sensación de completa armonía inunda el escenario. Es entonces cuando entras en escena, y una melodía celestial ahoga cualquier ruído, la vista se nubla y enfoca un camino, irreal, demasiado perfecto. La banda sonora de una película de piratas acompaña los versos de un poema romántico de Lope, y te acercas durante tanto tiempo que se hace eterno, y así comprendo la distancia insalvable. De repente estalla la guerra, y no dejas de llorar, te das la vuelta,abrazas a los niños y corres. Nos alcanza la metralla de tu huída y buscamos desesperados el agua que oxigene las heridas.

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