domingo, 20 de noviembre de 2011

1992

De noche volviste a la primera fila de mis conciertos, sin murmullo de fondo, a solas en mis rodillas, viendo caer la lluvia nerviosa de Madrid desde el balcón de esta habitación. Repasé las canciones que nos pertenecen, traté de ganarme tu atención cantando "tu sabías que aquello no saldría bien y aún así te metiste de lleno" con el tono infantil que te gusta darle, y comprobé que olvidé la letra de algunas canciones, pero supe salir del paso girando el micrófono. Fue el concierto que siempre soñé, íntimo, a oscuras y con vistas. Si hay que poner alguna pega diré que nos faltó la luna en el cielo, pero todavía no ordeno sobre el ejército de nubes grises que surcan el cielo.
Y mientras canté me metí en nuestra piel. Durante la intro de "Te echo de menos Charlotte" conté mis falsas impresiones sobre aquella chica pija que colgaba fotos egocéntricas en sus redes sociales, y confesé que las espiaba con mezcla de admiración y rechazo. Incluso reconocí que un amigo llegó a ponerte de fondo pantalla. Y llego aquel final de Noviembre, llámalo karma, destino o casualidad, pero nos cruzamos. Me viste sobre los brazos de aquella chica de la que siempre te has reído, "era una gorda". Y me crucé con tu mirada demasiadas veces. Me invitaste a una copa. Alguien dijo alguna vez que hay dos tipos de idiotas, los que se enamoran de camareras y los que creen que éstas le hacen caso. Creo que aquella noche fui un poco los dos. Amaneció el domingo y hablamos, intercambiamos el Aunque tú no lo sepas" de Luís García Montero por un "Huye del triste amor" de Machado. Y pasaban los días y descubrí en éste último nuestra declaración de principios, entre libretas con ecuaciones de familias raras, escondites de besos prohibidos, y por eso mismo perfectos. Y me fui sorprendiendo, saqué al loco que llevaba dentro, y descubrí que vivir de lleno no era hacer grandes cosas sino hacer las que siempre has querido. Y así fue. Y hicimos de nuestros paseos por el barrio musicales, buen karma, altruismo y complicidad. Pasamos por rockeros despreocupados, desaliñados solidarios, bohemios poetas, cantautores, pastelosos recién conocidos que ocupaban una sola bicicleta a la salida de tu escuela, cocineros principiantes de paellas precongeladas, carpaccio y pasta. Y vestiste grandes pañuelos para ocultar mis marcas en tu cuello, por evitar el odio eterno de la suegra. En definitiva, me demostraste que estaba más que equivocado, y dejé a un lado mis absurdas preocupaciones, tu corta edad, y abrí la puerta a tu risa, tus caricias, hasta llegar a odiar y temer el sonido del despertador de tu móvil.
Por eso y más, mucho más, ayer di ese concierto, para desearte que cumplas muchos más, que nunca se acaben los 20 de Noviembre, que no me importa no ejercer mi deber de reflexión, que prefiero tenerte sentada en mis rodillas y recordar tu perfume y el tacto de tus manos. Y que cumplas muchos más y no sé cuando ni como , que lo celebremos juntos.

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