jueves, 8 de marzo de 2012

Insomnio ocasional

Anochece y te culpo del insomnio que dilata mis pupilas, pero nunca me atrevo a volver la foto que me observa desde el corcho. Te quiero y te odio, porque me diste el cielo y me bajaste de un empujón a ciegas, sin previo aviso, sin acuse de recibo, sin aclaración, sin despedidas.
Fuimos el lado bueno de los lunes, la resaca del domingo y las ganas de los viernes. Le dejamos los pies al amor, los brazos al futuro y el cabello sobre la almohada. Lo sentimos lento, pero fue tan deprisa que aún recuerdo la amenaza, "crónica de una muerte anunciada". Ojalá no sea así, y no lo fue porque supimos abrazarnos tan fuerte que no nos desplazó ningún viento.
Soy nostálgico, melancohólico, capaz de agarrarme a un clavo ardiendo por no soltarte al cajón del olvido. Ya no sé si te quiero, si te extraño o me muero, lo único cierto es que mi deseo al soplar velas es siempre el mismo, que haya una segunda parte, que aparezcas igual, de la mano de Dios o del polvo del Big Bang, pero exactamente idéntica, me agarres del brazo y me digas "nos vamos".

Y yo procuraré mantener la luz encendida por si se te ocurre volver de repente, "ya se que hay fuera,  inevitablemente, me está esperando una nueva mañana, como aquella nuestra, radiante y soleada".

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